La culpa

Culpa

DEFINICIÓN. La culpa es el enfado dirigido hacia sí mismo. Uno se siente culpable cuando cree que hizo algo que no debía y, como consecuencia, alguien (algún otro o uno mismo) sufrió, o corre el riesgo de sufrir, la pérdida de algo valioso. La culpa está siempre basada en el juicio de que uno transgredió sus propios límites, y ha causado consecuencias no deseadas. Por ejemplo, uno no cumplió su compromiso de entregar un trabajo a tiempo, o rompió su dieta excediéndose en la comida.

ACCIÓN. La culpa invita a la disculpa y al pedido de perdón. Estas acciones representan un esfuerzo para restablecer los límites quebrados y minimizar el daño ocasionado. La disculpa necesariamente implica una oferta de reparación o resarcimiento y un recompromiso. Adicionalmente, uno puede utilizar el problema como oportunidad de aprendizaje, modificando el proceso o el sistema en uso, para evitar que lo ocurrido vuelva a suceder. Por ejemplo, uno llama al cliente y se disculpa por la demora, tomando las medidas necesarias para minimizar el daño y evitar que la situación se repita. O en el caso de la dieta, uno analiza las condiciones que llevaron al incumplimiento y se recompromete consigo mismo a evitarlas en el futuro. La disculpa es imprescindible para ocuparse del problema, pero además de resolver el componente operativo, es necesario también hacerse cargo del componente emocional. Pedir perdón y perdonarse a sí mismo son las maneras de recuperar la integridad emocional.

ACEPTACIÓN. Cuando uno ofrece disculpas y pide perdón, restablece su integridad y reafirma su compromiso con sus valores. Al obrar de manera ética para resolver la trasgresión y sus consecuencias, recupera la sensación de paz interior y dignidad. Quien se disculpa tiene mayor probabilidad de reducir el daño causado a la tarea, la relación y las personas, minimizando así también la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Esto genera confianza interior, al saber que se tiene la capacidad de reparar los errores y recuperar la dignidad.

NEGACIÓN/RECHAZO. Cuando no elaboramos la culpa, caemos en el remordimiento, el auto-odio y una actitud pesimista sobre nosotros mismos. Quedamos atrapados en la creencia de que somos (fuimos y seremos siempre) «malos», en vez de creer que nos comportamos mal y que podríamos reparar la falta. Quedamos con una sensación de indignidad, auto-rencor y auto-desprecio. Nos comportamos de manera defensiva y atacamos a quien nos señala los errores e inconsistencias. Esta inseguridad interna contagia a los que nos rodean, causando grandes dificultades para admitir y corregir errores. Vivimos con ansiedad y miedo de ser «descubiertos» en nuestra «maldad», actuamos con hipocresía, mintiendo y cayendo cada vez más hondo en un pozo de auto-desprecio.

La creencia –»soy malo»– se extiende a los demás –»son malos»–, congelando las opiniones en caracterizaciones improductivas. En vez de reconocer que el comportamiento es algo que el otro (al igual que uno) puede modificar; uno opera convencido que las acciones (del otro, al igual que las de uno) se desprenden de características inmutables de la personalidad. Esto impide toda resolución de los problemas y deja, como única salida, la separación de las personas.

OPORTUNIDAD PARA TRASCENDER: Se produce al encontrar la confianza esencial de ser capaz de actuar con dignidad manteniendo sus valores, en vez de la endeble seguridad de no cometer equivocaciones, errores o transgresiones. Descubrir la paz y la inocencia incondicional que surgen en forma natural al saber que uno siempre merece el perdón, ya que esencialmente está siempre haciendo lo mejor que es capaz, dado su grado de conciencia en ese momento, frente a sus circunstancias. Esta auto-compasión suaviza también los juicios sobre los demás, al permitir una actitud más comprensiva hacia los errores y transgresiones de los otros. Al reconocer su propia inocencia y potencial inconciencia, uno descubre el contexto de inocencia esencial dentro del cual puede enmarcar las transgresiones de los demás.

No tiene sentido enfadarse con el lobo porque se come a las ovejas. El lobo hace lo que su instinto le manda. Tampoco hace falta enfadarse con el lobo para tomar medidas contra sus desmanes. Uno puede reforzar las defensas, y hasta cazar al lobo sin enojarse con él.


Comparte esta información:

Whatsapp facebook Linkedin twitter

https://coachingneurobiologico.com/

ÚLTIMAS ENTRADAS:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *