“El TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, es un diagnóstico que carece de entidad clínica, y los fármacos, lejos de ser un tratamiento, es en realidad un dopaje”. Esta es la frase de Marino Pérez, experto en psicología clínica y catedrático de psicología y técnicas de intervención de la Universidad de Oviedo, y coautor de “La vuelta a la normalidad”, un libro donde dedican a desmitificar de forma demoledora y con todo tipo de referencias bibliográficas el Trastorno por Déficit de Atención con y sin hiperactividad y el Trastorno Bipolar infantil. Lo que existe y, según él, es muy preocupante, es el fenómeno de «patologizar los problemas normales en los niños, convirtiéndose en los llamados diagnósticos médicos«.
«El TDAH es un diagnóstico, cada vez más popularizado, que carece de entidad clínica”. En primer lugar, no se basa en criterios objetivos que puedan distinguir el comportamiento normal del considerado patológico, sino más bien en una evaluación subjetiva, la estimación de los padres de si el niño «a menudo» pierde el foco y se mueve mucho. Si los padres preguntan a un médico por qué su hijo está tan distraído y agitado, probablemente responderán porque tiene TDAH, y si ahora le preguntan al médico cómo saben que tienen TDAH, responderán porque están distraídos y agitados. Por lo demás, no se ha identificado ninguna condición neurobiológica o genética, y sí muchas familias donde no se asume que la educación de los niños es más difícil de lo que se pensaba. No hay cambios en el cerebro.
Las diferencias observables en el cerebro de cualquier persona, en este caso de niños diagnosticados con TDAH, no explican que ésta pueda ser la causa del presunto trastorno, sino que el niño es más activo e inquieto. No existen pruebas clínicas ni de neuroimagen que confirmen el diagnóstico, ni tampoco hay evidencia de que los niveles cerebrales de dopamina o noradrelina sean anormales en niños con este diagnóstico.
En España, hay muchos expertos en este campo. El problema fue que tras defender que se trataba de un trastorno neurológico, se dieron cuenta de que no había una base neurológica establecida para el diagnóstico. Sin embargo, todavía mantienen este discurso. Casualmente, muchas veces se trata de personas con conflictos de intereses reconocidos y declarados, que han recibido y reciben ayudas, subvenciones y todo tipo de prebendas de diversos laboratorios. Dicho esto, los defensores del TDAH a menudo mantienen esta retórica a pesar de la ausencia de evidencia, debido a un conflicto de intereses que les hace sesgar la información hacia lo que les gustaría ver en función de los beneficios de eliminar el trastorno. como si fuera una enfermedad que necesitara ser curada.
La utilidad de los medicamentos no radica en el hecho de que corrigen la raíz del desequilibrio neuroquímico que se está tratando, sino más bien porque los efectos psicoactivos del estimulante en sí pueden aumentar la atención o la concentración, al igual que el café o las bebidas energéticas.
La medicación para el TDAH no es un tratamiento específico sino un dopaje: implica el uso de drogas o estimulantes destinados a mejorar artificialmente el rendimiento. En términos de salud, estos estimulantes producen el efecto inmediato (si se mantienen) de aumento de la tensión arterial y cardiaca, lo que puede derivar en un mayor riesgo cardiovascular a largo plazo. Tampoco debería sorprendernos su efecto sobre el retraso del crecimiento. La pregunta es qué pasará después de muchos años de tratamiento.
La dificultad hoy es que los padres puedan prestar una atención más regular y serena a sus hijos. Pero la atención y la actividad se pueden aprender y mejorar. Hay estudios realizados y publicados en la versión americana de Mind and Brain para niños pequeños o para aquellos que reciben este diagnóstico. Los padres aprendieron a realizar diversas tareas con estos niños para educar su atención e impulsividad. Y está comprobado que con estas actividades que incluyen juegos tipo “Simón dice” en los que hay que esperar a responder cuando les preguntas algo, los niños pueden mejorar y controlar su conducta o conductas que implican al TDAH.