Por definición, el estrés es una respuesta psicológica de adaptación frente a una situación impuesta que sobrepasa los recursos y estrategias de gestión de los que dispone el individuo.
Esto siempre es nefasto para nuestra salud psíquica y/o/ergo física cuando es intenso y/o duradero. Y es que, para nuestro cerebro, el estrés es sinónimo de peligro de muerte, ya que para la naturaleza tan solo se trata de esto.
Para imaginarlo : cuando estamos estresados, nuestro cerebro cree que estamos siendo atacados por un depredador, cuyo tamaño y ferocidad dependerán de la intensidad de nuestro estrés.
En este caso, en primer lugar, se ponen en marcha diversos mecanismos fisiológicos de protección (aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, etc.) para ayudarnos a escapar del peligro, todo bajo la alta autoridad de nuestro sistema nervioso autónomo (o vegetativo). El problema está en que este último se agota muy rápidamente.
EL ESTRÉS NOS DEBILITA, TANTO A NIVEL PSÍQUICO COMO FÍSICO, COSA QUE NOS HACE CADA VEZ MÁS VULNERABLES.
Además, nuestro cerebro nos manipula muy eficazmente para que tengamos buenos reflejos de supervivencia (por ejemplo, cuando hace que huyamos) o para que nos comportemos de forma adecuada. Pero también puede intervenir de muchas otras formas e incluye algunas que son nefastas a largo plazo.
El ejemplo perfecto son las adicciones: Pueden dañar gravemente nuestra salud y aun así son «orquestadas» por nuestro cerebro para ayudarnos a gestionar nuestro estrés.
Incluso aunque pueda provocar la muerte cuando se embala, la enfermedad debe ser comprendida, al menos al principio del proceso, como un programa magnífico puesto en marcha por la Madre Naturaleza para ayudarnos a resolver una dificultad, de la que normalmente no tenemos ni la más mínima idea. Sucede lo mismo con ciertos comportamientos que acaban por sernos dañinos.
Y si la solución perfecta en un principio puede convertirse en imperfecta en este punto, normalmente es porque se ha instalado un espantoso malentendido entre nosotros y nuestro cerebro arcaico. Este malentendido puede ser fatal si dura demasiado tiempo.
Imaginemos por ejemplo el caso de una persona confrontada a un estrés intenso y duradero por estar en paro. Le da vueltas a su inquietud ; teme que le falte el dinero y no poder pagar las facturas. En solamente seis meses, esta persona aumenta veinte kilos a pesar de que no come más de lo que suele. ¿Por qué?
Simplemente porque su cerebro arcaico estima que un estrés así en esta tonalidad específica de carencia solo puede significar una cosa : es la escasez, el hambre, es decir una situación crítica.
En cuanto a la lógica de este síntoma, es muy fácil de entender: Enfrentarse a la adversidad y/o almacenar reservas en forma de grasa mientras tengamos alimento disponible, tal y como lo hacen los animales durante el buen tiempo, en previsión del invierno.
Cabe señalar que no todos los casos de sobrepeso tienen necesariamente este origen y que un despido mal vivido también puede inducir a otros síntomas físicos o psíquicos: Esto dependerá de la intensidad del estrés vivido y sobre todo de la tonalidad específica.
Es justo sobre este punto que la Descodificación del Estrés puede ser muy valiosa para ayudarnos a descubrir la causa profunda de nuestros problemas de salud y de nuestras dificultades existenciales.