Salir del sufrimiento

Salir del sufrimiento

Una vez reconocemos nuestro sufrimiento, el primer paso consiste en aprender a hacer pausas.  Podríamos experimentar vergüenza, miedo o desesperanza.  Cualquiera que sea la experiencia, el paso más importante es aprender a hacer una pausa.

El segundo paso es ahondar la atención.  Preguntarse “debajo de estos pensamientos negativos ¿Qué está pasando en mi cuerpo y en mi corazón ahora mismo?”.  Cuando empezamos a tomar conciencia del dolor es importante la intención de ser bondadoso contigo mismo y tu sufrimiento.

Cuando hacemos esto, pasamos de estar identificados con el yo desvalorizado a ser la presencia compasiva que observa al yo desvalorizado. Esto es un movimiento hacia la libertad.  Cuando nos hacemos presentes con nosotros mismos y nos ofrecemos bondad, comienza la verdadera transformación.

Esta reconexión con nuestro sentido de la bondad y de la valía se basa en dos elementos clave: el reconocimiento consciente de lo que ocurre dentro nuestro y una respuesta compasiva. 

EJERCICIO:

1.        Reconoce lo que estás pensando.  Hacemos pausa y reconocemos los pensamientos y sentimientos de desvalorización.

2.        Permitimos, sin juicios, que los pensamientos y sentimientos estén allí y los expandimos.  No tratamos de distraernos o alejarnos de lo que ocurre.

3.        Investigamos con amabilidad.  Dirigimos nuestra atención a nuestra experiencia.  Entonces empezamos a salir del sufrimiento y podemos ofrecernos un mensaje de compasión, o abrirnos a recibir una presencia amorosa del campo de energía mayor al que pertenecemos.

4.        No nos identificamos con ese yo devaluado, somos libres de habitar nuestra plenitud, de habitar la conciencia amorosa que, aunque envuelta en nubes, siempre ha estado allí.

Este pequeño ejercicio para salir del sufrimiento puede resumirse en dos aspectos: conciencia del momento y bondad.  Cuanto más lo practiquemos en nuestra propia vida, más rápido será salir de la sensación de atascamiento.  A medida que ahondamos en la confianza en nuestra propia bondad esencial, junto con el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, surge la aceptación.

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