La construcción de un verdadero sentido de confianza en uno mismo surge a partir de sanar nuestras viejas heridas emocionales y establecer contacto con las partes más profundas de nuestro ser.
Una buena parte del sufrimiento emocional se debe a la sensación de «no ser suficiente», que a veces crece hasta convertirse en franca aversión contra uno mismo. La ausencia de autoaceptación es una de las expresiones de sufrimiento más extendidas en la sociedad.
Podemos pasar largos periodos de nuestra vida atrapados en una sensación crónica de desvalorización.
Aunque raras veces somos conscientes de ello, nos autoevaluamos continuamente. Lo hacemos con tanta frecuencia que percibimos una brecha entre la persona que creemos que deberíamos ser y nuestra experiencia real momento a momento. Esta brecha nos hace sentir como si siempre, de algún modo, fuéramos inadecuados, deficientes.
Podemos vivir tan desconectados de nosotros mismos que, al final, sintamos dolor por no haber expresado nuestra vitalidad, creatividad y amor.
Buena parte del tiempo somos inconscientes de lo extendida que está esta sensación de “algo está mal en mí”. Como una toxina no detectada, puede infectar todos los aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, en las relaciones, es posible que nos desgastemos en el intento de que los demás nos perciban de cierta manera según cuál sea nuestro ideal. Queremos que nos aprueben, que nos amen. Sin embargo, es muy difícil establecer intimidad cuando, a nivel profundo, nos sentimos defectuosos o deficientes. Resulta difícil ser espontáneo, o creativo, o asumir riesgos -e incluso relajarse un momento- si uno piensa que se está quedando corto.
Desde la perspectiva evolutiva, la sensación de vulnerabilidad es natural. Temer que algo vaya mal, o que esté a punto de ir mal, forma parte del instinto de supervivencia que nos mantiene a salvo, ¡algo muy bueno cuando nos persigue un tigre! Este sentimiento de vulnerabilidad, de amenaza, es intrínsecamente humano, pero, a menudo lo dirigimos contra nosotros mismos. Nuestra inseguridad lo convierte en algo personal. Pasamos rápidamente de «algo está mal» a «yo soy el que está equivocado o el que está mal». Esta es la naturaleza de nuestro inconsciente y de nuestra conciencia autorreflexiva; tendemos a identificarnos con lo deficiente automáticamente. Esta búsqueda y fijación en lo que está mal se describe como «sesgo negativo».
Este “sesgo negativo”, la sensación de “algo está mal en mí”; la falta de autoconfianza y de autoestima pueden sanarse. Sólo de trata de aprender, de conectarnos con nuestro verdadero ser y desarrollar nuestra consciencia profunda.
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