La Maleza del Alma

Una historia de sanación. Capítulo 1: La Maleza del Alma

El jardín neuronal

Sofía no recordaba la última vez que se había sentido verdaderamente feliz. No esa emoción explosiva de un gran logro o una sorpresa mayúscula, sino esa chispa silenciosa que te hace sonreír sin motivo, que te impulsa a levantarte por la mañana con ganas de conquistar el día. Su vida se había convertido en una serie de repeticiones sin alma: el despertador a las 6:30, el tráfico atascado, la oficina gris, el microondas para la cena y, finalmente, el refugio de una pantalla antes de caer rendida.

Trabajaba como contadora en una empresa de logística, rodeada de números que se movían con una monotonía predecible, al igual que los días de su calendario. Había querido ser artista, o escritora, o quizás una exploradora de mundos perdidos, pero la realidad, esa que te empuja a pagar el alquiler y a tener un «trabajo decente», la había encajonado en un cubículo con vistas a un muro de ladrillos.

Por dentro, Sofía se sentía como un jardín descuidado. Un jardín que alguna vez prometió ser exuberante, lleno de colores y fragancias. Pero el tiempo, o quizás su propia inacción, lo había cubierto de maleza. Había una sensación constante de ansiedad, una punzada leve en el pecho que nunca desaparecía del todo. Los pensamientos negativos crecían como enredaderas, asfixiando cualquier brote de optimismo. «No eres lo suficientemente buena», «Nunca vas a salir de esto», «Los demás sí lo logran, tú no». Esas eran las voces que susurraban en su mente, día tras día.

Había intentado de todo, o al menos eso creía. Libros de autoayuda que dejaba por la mitad, clases de yoga que abandonaba a la tercera sesión, propósitos de año nuevo que morían antes de febrero. Cada intento fallido solo alimentaba más la maleza, convenciendo a Sofía de que ella era el problema, que su jardín estaba condenado a la desolación.

Una tarde de domingo, mientras hacía el scroll automático en redes sociales, buscando algo que la distrajera del aburrimiento, una publicación saltó a su vista. No era la típica publicidad ruidosa, sino una imagen serena de un cerebro con conexiones luminosas, y un texto que hablaba de «neuroplasticidad« y «reprogramar la mente«. En el post resaltaba una frase que llamó su atención «Cuando tu mente sana, toda tu vida sana«. Sofía, escéptica por naturaleza y cansada de promesas vacías, estuvo a punto de deslizar la pantalla. Pero algo, un pequeño resquicio de curiosidad, la detuvo.

«¿Y si…?» se preguntó. La idea de que su propio cerebro, esa compleja máquina que sentía como su peor enemigo, pudiera ser la clave, la intrigó. Un leve cosquilleo, un brote diminuto de esperanza, empezó a abrirse paso entre la densa maleza de su jardín interior.

¿Alguna vez te has sentido como Sofía, atrapado en una rutina que te asfixia? ¿Qué «malas hierbas» sientes que crecen en tu propio jardín interior? Comparte tu experiencia en los comentarios.

REFLEXIÓN NEUROBIOLÓGICA

La ansiedad y los pensamientos negativos que Sofía experimenta son, en parte, resultado de circuitos neuronales que se han fortalecido a fuerza de repetición: como surcos en la tierra, esas conexiones se vuelven caminos fáciles de recorrer. Sin embargo, la neuroplasticidad ofrece esperanza: con intención, práctica y nuevas experiencias, se pueden fortalecer rutas alternativas que cultiven la calma, la motivación y la autoaceptación.

MINI CÁPSULA DE EJERCICIOS:

Sembrando Atención en tu Jardín

Para acompañar el Capítulo 1 de nuestra historia, donde Sofía se siente abrumada por la «maleza» en su interior, te propongo un par de ejercicios sencillos para empezar a cultivar la atención y la consciencia en tu propio jardín. Recuerda, el primer paso para transformar es observar.

EJERCICIO 1: El Escaneo de la Mañana (o la Noche)

Este ejercicio te ayuda a conectar con tu estado actual, tal como Sofía empieza a hacerlo.

  1. Encuentra un momento de calma: Puede ser justo al despertar, antes de levantarte de la cama, o antes de dormir.
  2. Cierra suavemente los ojos.
  3. Haz un recorrido mental por tu cuerpo: Empieza por los pies, subiendo lentamente. ¿Sientes tensión en algún lugar? ¿Hay alguna sensación particular (frío, calor, hormigueo)? No juzgues, solo observa.
  4. Luego, pasa a tu mente: ¿Qué pensamientos están dando vueltas? ¿Hay alguna emoción predominante (cansancio, preocupación, tranquilidad)?
  5. Respira profundamente 3 veces, sintiendo cómo el aire entra y sale de tu cuerpo.
  6. Agradece este momento de observación.

EJERCICIO 2: Identificando la «Maleza» Principal

Al igual que Sofía, todos tenemos pensamientos o creencias que nos limitan. Identificarlos es el primer paso.

  1. Piensa en un área de tu vida donde te sientes estancado o frustrado (trabajo, relaciones, salud, etc.).
  2. Pregúntate: «¿Qué pensamiento o creencia recurrente me digo a mí mismo sobre esta situación?»
    • Ejemplos: «No soy lo suficientemente bueno para esto», «Nunca voy a lograr X», «Siempre me pasa lo mismo».
  3. Escribe esa «maleza» en un papel o en tu teléfono. Solo una frase.
  4. No intentes cambiarla ahora. Solo el hecho de haberla identificado y puesto en palabras ya es un gran avance.

Reflexión: ¿Qué sensaciones descubriste en tu «escaneo»? ¿Pudiste identificar alguna «maleza» que te ronda? ¡Nos encantaría leerte en los comentarios para sentirnos acompañados en este camino de autodescubrimiento!

Leer el capítulo 2 en https://coachingneurobiologico.com/una-historia-de-sanacion-capitulo-2-la-semilla-de-la-esperanza/

Plenitud y Salud Integral
El poder de la neurobiología