Tu gastritis no es solo un malestar físico; es el eco de emociones no digeridas, una historia de frustración que tu cuerpo te está contando.
Imagina tu estómago no solo como un órgano que procesa alimentos, sino como un sabio narrador de tu mundo emocional. La gastritis, esa inflamación aguda o crónica de su delicada mucosa, es la forma en que este narrador nos cuenta una historia de irritación, de lo que no logramos «digerir» en nuestra vida.
Piensa en esos momentos en los que sientes que «algo no te pasa», que una situación o una persona no actúan como desearías. Esa frustración, esa sensación de que las cosas no encajan en tu visión, puede manifestarse en tu interior como una verdadera tormenta. En el lenguaje de tu cuerpo, si hay inflamación, hay un fuego interno, una «ira» o «irritación» latente hacia aquello que te cuesta aceptar.
El Sabio Propósito Biológico
Desde una perspectiva neurobiológica, tu cuerpo es asombrosamente inteligente. La función profunda de la gastritis es fabricar más jugos gástricos y sensibilizar la zona. Es como si tu estómago dijera: «Necesito más herramientas, más ácido, para desmenuzar y asimilar esto que me resulta tan difícil de digerir». Es un intento biológico de ayudarte a procesar aquello que te abruma.
El Conflicto: Indigestión Emocional en tu Territorio
El conflicto central detrás de la gastritis suele ser una «contrariedad indigesta en el territorio». Este «territorio» puede ser tu hogar, tu trabajo, tus relaciones, o cualquier ámbito donde sientas que algo te irrita profundamente. El sufijo «-itis» nos grita la presencia de rabia, ira o cólera: «Todo aquello que me irrita en mi espacio vital». A menudo, se asocia también con un conflicto de incomprensión, donde te sientes engañado o atrapado en una situación que te supera. La realidad «digerida» te molesta en sumo grado, y esa molestia te quema por dentro.
Piensa en el ejemplo de una mujer que padece gastritis. Cuando se le pregunta, revela: «Mi mejor amigo y mi mejor amiga se han hecho pareja y aún no puedo digerirlo». Su estómago, en su sabiduría, está reaccionando a la dificultad de aceptar esa nueva realidad, a la rabia o el dolor que le causa el no poder procesar esa situación inesperada en su «territorio» afectivo.
El Camino hacia la Calma Digestiva
Como expertos en coaching neurobiológico, entendemos que tu cuerpo no te ataca, sino que te envía mensajes. La gastritis es una invitación a reflexionar:
- ¿Qué es aquello que te está costando «digerir» en tu vida en este momento?
- ¿Dónde sientes esa «irritación» o «ira» que te consume?
- ¿Hay alguna situación o persona que sientes que te «engaña» o te «atrapa»?
El primer paso para sanar no es solo medicar el síntoma, sino escuchar la historia que tu estómago te está contando. Aprender a aceptar las situaciones y a los demás tal como son es un acto de profundo amor propio. Reconoce que el único poder verdadero que posees es el poder sobre ti mismo, sobre tus reacciones y tu capacidad de procesar la realidad, incluso cuando esta no se alinea con tus expectativas. Al hacerlo, abres la puerta no solo a la calma digestiva, sino a una mayor paz interior.
¿Qué te parece esta perspectiva? ¿Te resuena alguna de estas ideas con lo que experimentas o has experimentado?
Ejercicio de Sanación: «La Digestión Emocional»
Este ejercicio te guiará para conectar con las emociones no digeridas que podrían estar contribuyendo a tu gastritis y comenzar un proceso de liberación. Realízalo en un lugar tranquilo donde no te interrumpan.
Paso 1: Conexión con tu Estómago (5 minutos)
Siéntate cómodamente con la espalda recta. Cierra los ojos suavemente. Lleva una de tus manos a tu abdomen, a la altura de tu estómago. Respira profunda y lentamente, sintiendo cómo tu abdomen se eleva al inhalar y desciende al exhalar. Siente la calidez de tu mano sobre tu estómago. Imagina que tu respiración viaja directamente hacia esa zona, calmándola y dándole espacio. Permítete simplemente sentir, sin juzgar.
Paso 2: Identificando lo «Indigerible» (10-15 minutos)
Mientras mantienes tu atención en tu estómago y tu respiración, hazte estas preguntas internas:
- ¿Qué situación o persona me ha resultado «difícil de digerir» últimamente? Piensa en algo que te haya causado irritación, frustración, rabia o una profunda incomprensión.
- ¿Qué emociones específicas siento al recordar esa situación/persona? ¿Es ira, impotencia, tristeza, traición? Nómbralas en tu mente.
- ¿Qué siento en mi estómago cuando pienso en esto? ¿Hay tensión, ardor, un nudo, una sensación de peso? Presta atención a las sensaciones físicas.
- ¿Qué me gustaría haber dicho o hecho en esa situación, pero no hice? ¿O qué me gustaría que hubiera sido diferente?
No intentes cambiar nada; simplemente observa y reconoce lo que emerge.
Paso 3: Visualización de la «Digestión Emocional» (10 minutos)
Con los ojos aún cerrados y tu mano en tu estómago, visualiza la emoción o la situación que identificaste.
- Imagina que esa emoción o situación es como un alimento pesado, una roca, o algo que te cuesta tragar. Míralo en tu mente.
- Ahora, visualiza tu estómago, no como un lugar de dolor, sino como un laboratorio interno con un gran poder. Imagina que desde tu interior, comienzan a fluir poderosos jugos gástricos de comprensión y aceptación. Estos jugos no son ácidos corrosivos, sino una energía cálida y transformadora.
- Observa cómo estos «jugos de comprensión» empiezan a rodear esa emoción o situación indigesta. Ve cómo poco a poco, la suavizan, la desintegran, la transforman en algo más ligero y fácil de procesar. No se trata de eliminar la emoción, sino de asimilar su mensaje y liberar su carga.
- Siente cómo, con cada exhalación, vas liberando la tensión asociada a esa emoción. Imagina que esa energía densa se disuelve y es expulsada suavemente de tu cuerpo.
- Repite mentalmente: «Elijo digerir esta experiencia con comprensión y aceptación. Libero la carga que llevo y confío en mi capacidad para asimilar lo que la vida me presenta.»
Paso 4: Integración y Cierre (5 minutos)
Permanece unos minutos en silencio, sintiendo los cambios en tu cuerpo y en tu estado emocional.
- Lleva ambas manos a tu estómago y agradécele por hablarte, por ser un mensajero.
- Reconoce tu propio poder para procesar y liberar.
- Cuando estés listo, abre tus ojos lentamente.
Reflexión Post-Ejercicio:
Después de este ejercicio, puedes escribir en un diario tus sensaciones, los pensamientos que surgieron y cualquier nueva perspectiva. La clave es la práctica regular. Así como tu cuerpo necesita tiempo para digerir los alimentos, también lo necesita para procesar las emociones. Al honrar esta conexión mente-cuerpo, abres el camino hacia una sanación más profunda.