Cuánto significado tiene esta frase que expresa el anhelo de un adulto que ha crecido sin el abrazo y la seguridad de una figura paterna presente. O quizás ha tenido quién le ha hecho de padre, pero existe un vacío primario de la ausencia del padre biológico que, por una u otra razón, no ha estado inmerso en la vida de ese niño.
Yo crecí como la primera hija de mi núcleo de familia, la primera nieta del lado paterno de mi sistema familiar y la 7a nieta del lado materno.
Es curioso que el número 7 ha estado presente en mi vida: 7a nieta, nací en el mes 7 de 1979, siempre he sido creyente de los ángeles y el arcángel Miguel que es mi ángel guardián está relacionado con el 7.
La vida se desarrolla en septenarios y cada etapa de esos septenarios ha marcado un punto de inflexión para mí: a los 7 años, a los 14, a los 21, 28, 35 etc. Dejaremos el tema de la numerología y de los ciclos biológicos memorizados para otro libro.
Cuando digo papá, cuánto te he extrañado, está hablando la parte de mí que quedó en esa niña que añoraba tener un padre afectuoso y cercano, sin egocentrismo, sin arrebatos de ira y violencia. Un padre que pudiera escuchar y dar un consejo desde la fuerza interna y no desde el miedo, la crítica o el resentimiento. Siempre añoré un padre a quién poder acudir sin sentir miedo o sin sentir que no daba la talla, que no cumplía con lo que él esperaba de mí. Añoraba un padre seguro de sí que no necesitara hacer de menos a los demás para hacerse notar o para sentirse mejor. Un padre en quien pudiera confiar.
Y quizás si te cuento un poco de la historia de mi familia, puedas resonar con algunos o varios aspectos de lo que mi padre fue para mí y lo que la herida paterna hizo en mi vida.
La relación con mi papá, desde que tengo memoria siempre fue complicada. Ambos tenemos un carácter fuerte y de alguna manera yo aprendí a tener ese temperamento porque siempre me sentí bajo el ojo crítico y escudriñador de mis padres.
Mi mamá, una mujer rígida, disciplinada y fría a mi manera de sentir y percibir, pero muy sumisa y sin voz ante mi padre.
Mi padre, un hombre duro, fuerte físicamente, violento que se hacía notar por su manera de ser tan dura y crítica hacia los demás y hacia mi núcleo familiar.
En la familia paterna esperaban que yo fuera el primogénito varón (aunque mi mamá cuenta que siempre supo que yo era una niña) y de alguna manera siempre sentí que debía llenar esa expectativa de ser “hombre”. Así que fui una niña con bastante energía masculina.
Esa energía fuerte me paralizaba. En el fondo había en mi un deseo de cercanía, de una figura que en vez de darme miedo y me hiciera sentir pequeñita, débil e insegura, me diera seguridad y confianza para salir al mundo con fortaleza.
Para las mamás solteras cuando nos sentimos solas y abandonadas por la función masculina, sentimos una enorme carga. Nosotras no nos podemos dar el lujo de decir no tengo dinero este mes, no puedo estar. Nosotras vemos cómo le hacemos para sacar adelante el mes y el mes siguiente y el siguiente. El no tengo o el no puedo no existe en nuestro pensamiento y en nuestro vocabulario. ¡Las madres solteras sin el apoyo económico del padre biológico de nuestros hijos, independientemente del rol que tengan en la vida de ellos, seguimos adelante sin parar y eso es de admirar! ¡Somos imparables, somos diamante puro!
¿Nos duele? ¡Sí! ¿Nos parece injusto? ¡Si! ¡Pero con eso y todo estamos hechas de roca para seguir adelante!
¡El padre ausente, distante, violento deja una huella que jamás se llenará o se compensará! La figura del padre ausente deja una sensación de inseguridad en la vida.
¿cómo sería el abrazo de una figura paterna sana?
Un abrazo firme y cálido.
Un abrazo protector que dice “aquí estoy, estoy para ti, veo tus necesidades, puedes confiar en mí. Yo te contengo y te cuido”. Es un abrazo que transmite seguridad, firmeza, confianza y ganas de salir al mundo con fuerza interna para lograr las metas propuestas.
Memorias de mi relación con mi padre
Una relación tensa, yo le tenía mucho miedo y sentía que todo en la casa giraba en torno a no hacerlo enojar o no molestarlo, pues sabíamos que el mínimo disgusto de su parte podía despertar el dragón de furia.
Me acostumbré a escuchar y ver el maltrato verbal y emocional hacia mi mamá y mi hermano y me adjudiqué la tarea de defenderlos y por lo tanto mi actitud era siempre a la defensiva. Aprendí a gritar, a enojarme para no mostrar mi tristeza, dolor y vulnerabilidad.
¿Quién es tu padre para ti?
No lo que fue… sino lo que representa hoy, en tu vida emocional, en tus decisiones, en tus relaciones. Puede que lo recuerdes con ternura, con dolor o incluso con un vacío difícil de nombrar. Lo cierto es que, te hayas dado cuenta o no, la relación con tu padre ha dejado una huella poderosa en tu forma de salir y estar en el mundo. La llamada “herida del padre” no es un cliché emocional. Es una realidad silenciosa que atraviesa generaciones, moldeando personalidades, bloqueando caminos y repitiéndose como un eco en las historias familiares. Esta herida puede manifestarse de muchas formas: ausencia, abandono, exigencia excesiva, rechazo, críticas, distancia emocional, rigidez o indiferencia…

Este artículo es un extracto del Capítulo 1 del libro «Sanar la herida del padre.
Este libro te invita a un viaje profundo hacia la raíz de ese dolor silencioso que moldea tu vida. A través de ejercicios de introspección, anécdotas conmovedoras y meditaciones guiadas…