La ansiedad es el reverso de la depresión. La depresión y la ansiedad son diferentes manifestaciones de una enfermedad común. Pensamientos y creencias pesimistas. Frecuentemente se proyecta la atención hacia el futuro, lo que imposibilita experimentar el momento actual. La preocupación y el sufrimiento mental son una vía directa hacia la enfermedad.
El bloqueo de la capacidad de vivir el momento presente tiene un efecto en la persona que lo sufre: Está constantemente preocupado. Habla extensamente sobre su historia pasada, sus experiencias vividas, lo que ha aprendido o lo que ha acontecido a otras personas. Esta persona posee una imaginación muy activa y dedica gran parte de su tiempo a concebir situaciones que probablemente nunca lleguen a realizarse. Permanece vigilante en busca de indicios que confirmen su motivo de preocupación.
La ansiedad puede manifestarse como: Molestias en la cabeza, sensación de calor, latidos nerviosos, excesiva sudoración, estrés, llanto y falta de sueño.
SIGNIFICADO BIOLÓGICO:
El sistema simpático se activa y asume el mando de tu organismo para evitar un peligro.
Existen tres tipos de reacciones posibles: lucha, huida o parálisis, lo que genera una diversidad de respuestas ante la ansiedad.
La distinción entre una respuesta sana del sistema simpático y la generada por la ansiedad es que en la ansiedad el peligro está en nuestro subconsciente (puede ser más o menos real, pero no somos conscientes de cuál es el peligro). Eso impide nuestra capacidad para responder adecuadamente a ese temor.
CONFLICTOS A BIODESCODIFICAR
Conflictos de desvalorización, impotencia, gran temor, incapacidad de afrontar algo, por eso el sistema simpático está alerta para tomar el control.
La ansiedad es un signo que oculta una emoción adicional, otro problema realmente significativo pero que no ha emergido, y es eso lo que debemos investigar. Tratar de resolver la ansiedad como si fuera una enfermedad no es efectivo en absoluto.
Una persona con ansiedad tiende a imaginar los peores desenlaces posibles. Esto ocurre debido a la convicción de que no seremos capaces de lograrlo y, por lo tanto, debemos estar preparados para lo peor.