El miedo es una respuesta del cuerpo ante la percepción de una amenaza. Nos impulsa a buscar protección, que comúnmente se muestra mediante la huida o el ataque. El propósito del miedo es garantizar la protección. Sentimos temor cuando pensamos que puede ocurrir, o ha ocurrido, algo negativo: ya sea perder algo que apreciamos o no lograr un resultado que deseamos.
El miedo psicológico es distinto del miedo biológico. El temor biológico aumenta cuando hay un peligro cercano. El miedo psicológico se produce y se crea por pensamientos y creencias de riesgo futuro, basados en experiencias pasadas. Este temor resulta paralizante.
Las preocupaciones y los esfuerzos por tratar de tener el control están generados por el miedo y se manifiestan en el cuerpo en forma de fatiga crónica, dolores musculares, enfermedades del sistema óseo y articular, debido a la extrema inflexibilidad, intolerancia y perfeccionismo, todos ellos atributos del miedo.
Para superar el miedo, es necesario aprender a fluir y tener confianza; percibir que hay algo que nos apoya a todos. En consecuencia, si alimento el miedo en mi existencia estoy solicitando, sin darme cuenta, que se me presenten circunstancias de miedo, las cuales me proporcionarán motivos para sentir aún más temor.
El mejor antídoto para enfrentarse a situaciones de miedo es llevar a la mente a un estado de aceptación y desapego de los resultados y las circunstancias.
El miedo motiva a actuar, a prepararse y a emplear energía para resguardar lo que se estima y se valora. Asimismo, promueve adoptar las precauciones que se consideren más adecuadas.
Cuando alguien canaliza su miedo a través de acciones específicas, es más probable que reduzca el riesgo de le amenaza, o los daños que podrían ocurrir. Actuar en coherencia con los valores y metas personales, independientemente del resultado final, permite experimentar integridad personal durante el proceso. De esta manera, es posible lograr una sensación de tranquilidad interna. Se desarrolla la capacidad de aceptar la posibilidad de una pérdida y estar listo para enfrentarla.
Si alguien no actúa frente a su miedo, experimentará ansiedad y falta de control. Está a merced de eventos sobre los cuales no puede ejercer influencia y se convierte en una víctima, olvidando su habilidad para responder ante la situación. No olvides que, incluso si no puedes cambiar los eventos, siempre puedes influir en cómo los eventos te afectan a nivel físico, mental y emocional.
Al negar o ignorar el miedo se experimenta una sensación de vulnerabilidad cuando se enfrenta a la perspectiva de perder algo que valora, experimenta rechazo hacia el riesgo, y es posible que desarrolle fobias y angustias. Experimenta una sensación de constante preocupación e inseguridad; carece de motivación y energía para proteger lo que le importa. Muestra inflexibilidad y aversión a las malas noticias; sin percatarse de que de esta manera se queda solo y se desconecta de la realidad.
La oportunidad para trascender se produce al encontrar la confianza esencial de ser quien uno es (capaz de afrontar los desafíos y contratiempos que la vida inevitablemente conlleva), en lugar de la seguridad pasajera que viene al obtener y conservar todo lo que se desea. Descubrir lo que permanece y se recrea más allá de la típica transitoriedad de los objetos materiales.