La vergüenza es el temor a que se divulgue una información que va en contra de la imagen que uno desea proyectar. Sentir vergüenza surge cuando se tiene el temor de ser expuesto como alguien inferior a quien se intenta mostrar.
Es importante comprobar si la vergüenza surge de la culpabilidad. Si alguien siente vergüenza por pensar que ha cometido un error, es adecuado asumir la responsabilidad y actuar en consecuencia. Si la vergüenza no proviene de cometer una ofensa, sino de sentir una baja autoestima e inferioridad, es necesario trabajar en aceptarse a sí mismo y superar el miedo a no ser considerado «suficientemente bueno«.
Aquel que renuncia a las falsas representaciones de su persona, encuentra una fuente de tranquilidad y confianza. No se puede mantener una imagen perfecta para siempre, por lo que es un gran alivio dejar de pretender ser alguien que no somos. Al aceptarnos sin vergüenza revela que uno tiene un valor mucho mayor de lo que creía. Así que ya no es necesario fingir, y tiene la libertad de expresarse de manera espontánea y creativa.
La vergüenza es una manifestación de falta de autoestima, falta de confianza en uno mismo y desagrado personal. Aquel que evita enfrentarse y superarla, queda expuesto al sufrimiento constante y a la depresión.
La mayoría de estas personas son queridas profundamente por otros, pero eso no les beneficia en absoluto, ya que lo que necesitan es amor propio y autoestima. El sentimiento de una persona es determinado únicamente por su propio sentido de valor.
La oportunidad para trascender la vergüenza surge al descubrir que su origen radica en una identificación equivocada. Es importante darse cuenta de que la fuente de autoestima y autovalor es trascendental y sin condiciones. Al darse cuenta de que no es obligatorio realizar algo para ser valioso, uno puede concentrarse en mostrar el valor que posee en lugar de intentar corregir la falta de valor que piensa que tiene. Esta red de contención es la óptima para la existencia.