No te rindas ante el dolor

Uno de los mitos más peligrosos que hemos heredado es que la curación es simplemente para sentirse bien. ¡Pero la verdad es que no siempre es así!

A veces, cuando nuestros demonios internos emergen a la superficie, cuando nuestro dolor más profundo sale a la luz, nos sentimos aún más incómodos. Pero esto no significa que algo esté mal, ¡al contrario! Puede indicar que nuestro proceso de sanación se está acelerando, que estamos más despiertos y sensibles que nunca, y que estamos menos dispuestos a fingir que todo está bien.

En nuestra cultura, nos han enseñado a evitar cualquier tipo de incomodidad, a distraernos de nuestros problemas, a etiquetar nuestras emociones como «incorrectas» o «negativas«, y a intentar eliminarlas con medicamentos. Pero ¿y si te dijera que a veces la verdadera curación implica abrazar la oscuridad y permitir que el caos se apodere de nosotros? A veces, nuestra «normalidad» necesita ser sacudida para poder despertar y vivir realmente.

En vez de huir de tus sentimientos dolorosos, tal vez es hora de considerarlos como una invitación. Una invitación para dejar ir, para despertar de tu sueño de la normalidad, para abrazar la vida en toda su profundidad y maravilla. Para enamorarte de donde estás en este momento y salir de la historia del pasado y el futuro, y volverte hacia el momento presente, el lugar donde te encuentras ahora.

La sanación puede ser un camino doloroso, pero lo que realmente duele es ignorar el llamado. El verdadero dolor de la existencia es cuando nos abandonamos a nosotros mismos, cuando la desconexión entre mente y cuerpo nos hace temer lo que la vida tiene por ofrecer.

Es cierto que nuestro dolor puede pesar como una carga y que nuestras almas se sienten agotadas, pero la resistencia sólo nos lleva a un sufrimiento aún mayor. Al rechazar el lugar donde nos encontramos, aumentamos nuestra angustia.

No te rindas ante el dolor, ni te desanimes. Permítete sentir todas tus emociones, incluyendo el dolor, la tristeza, la frustración y el agotamiento. Deja que tu corazón se abra completamente. Al final, tal vez descubras que el dolor no es un castigo, sino una enseñanza espiritual profundamente viva.

¡Deja de escaparte de ti mismo, deja que la vida estalle justo donde estás! Solo así podrás experimentar una sanación más profunda, aunque ahora mismo sientas dolor, aunque aún no puedas sentir tu luz interior, que está esperando para iluminarte.