Los celos surgen del pensamiento de que “podría perder esto mío tan preciado” y del dolor que surge del miedo a perder el amor de un ser querido debido a la relación establecida con otra persona. Es importante distinguir los celos normales de los celos patológicos.
Para ello podemos distinguir por un lado el tipo de ESTIMULO que los desencadena y por otro lado la REACCIÓN cuando la sentimos.
Por ejemplo, con respecto al estímulo, en una relación entre marido y mujer. Si siento celos cuando veo a mi esposa besando apasionadamente a un hombre, es una cosa. Si me sintiera celoso cuando la veo saludar amablemente a sus compañeros, sería un asunto completamente diferente.
Para aclarar sobre la reacción: cuando siento celos, puedo reaccionar con violencia intensa y cometer un crimen pasional o puedo abrir un diálogo con mi pareja en el momento adecuado, cuando pueda reconocer e incluir este sentimiento de forma clara y respetuosa.
Estas situaciones representan claramente dos extremos y entre ellos existe todo un abanico de posibilidades intermedias.
EN RESUMEN: cuanto menor es el estímulo y más intensa y destructiva la respuesta, más patológicos son los celos.
Sentimos celos en relación con áreas que sentimos más precarias y ésta puede ser emocional (en todo tipo de relaciones), ámbito intelectual, reconocimiento profesional, etc.
Los celos pueden crear una profecía autocumplida, porque si los celos de alguien crean reacciones que dañan la relación, este deterioro crea distanciamiento.
La causas más común de los celos es el sentimiento de baja Autoestima. Puedo sentirme rechazado por algunas de mis propias características. Este rechazo es normal y puede generar aprendizaje y crecimiento en el rasgo que no me gusta. Lo que causa el problema es cómo se percibe este rechazo. Si el rechazo se manifiesta como culpa e insuficiencia, la consecuencia inevitable es que me siento menos valioso. Al vivir en esta atmósfera interior, me resultará difícil creer que le agrado a alguien.
Definitivamente es una situación difícil que genera mucha insatisfacción, porque necesito que otros me muestren, a través de sus acciones, que yo tengo valor, y me convertí en esclavo de sus opiniones… Cuando llega una acción amable, me cuesta creerlo, porque me digo: «Están haciendo esto porque no me conocen, si me conocieran como yo me conozco no lo harían”.
Este estado es de debilidad psicológica, y entonces tenderé a considerar cualquier situación ambigua como una confirmación de un dolor demasiado sospechoso y de este miedo. Así nacen los celos patológicos.
La devaluación emocional y la dependencia son las causas psicológicas subyacentes de los celos excesivos, y hasta que los celos se resuelvan de manera profunda, continuarán. La curación llega cuando aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos con decisión, lo que permite transformar efectivamente lo que no nos gusta de nosotros mismos sin hacernos daño. Es un proceso de aprendizaje y, por tanto, requiere tiempo y apoyo adecuado.