Mentes hiperactivas

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Hay una forma más sencilla de vivir

Dolor corporal, dolores van desde dolores de cabeza hasta dolores de cuello, dolores de hombros y sobre todo dolores de espalda (que nunca desaparecen), dolores de brazos y dolores de piernas. Y por supuesto, diversas enfermedades. Todo esto lo escuchamos mencionar a nuestros seguidores y participantes en nuestro programa de sanación cuando se presentan y hablan de lo que los llevó a estudiar Coaching Neurobiológico.

La ansiedad también es inevitable. Ansiedad por el desempeño, ansiedad por el futuro, ansiedad causada por la incertidumbre. También hay frustración y cansancio, un cansancio que va de la mano del estrés y en muchos casos de la depresión.

Si pensamos en el origen de todo esto, se puede simplemente concluir que estas personas no aprendieron el arte de vivir bien. Pero hay que recordar que estas personas son como “peces en el agua”, es decir, criaturas adaptadas a un entorno que les invita a vivir de esta manera: La sociedad del rendimiento.

Es imposible evitarla. Es importante reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos cada día de nuestra vida, donde respiramos y aprendemos a percibir la realidad. Esta sociedad ya no es la sociedad disciplinada de mediados del siglo pasado, una sociedad de cuarteles y fábricas, cuyo objetivo era «el modelo de hombre disciplinado«, que no escape a la norma común. La libertad de un ciudadano estaba restringida por el bien común.

Ahora se estableció una sociedad completamente diferente: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es una sociedad disciplinaria sino una del rendimiento. Su gente ya no es llamada “sujetos de obediencia”, sino “sujetos de desempeño”. Y lo peor es que acaban consigo mismos.

Hemos pasado de tener que hacer algo a poder hacerlo: vivimos con la preocupación de que no siempre podrás para hacer todo lo que quieras. Pero si no lo logras, entonces es tu culpa. Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando. Es una pérdida de lógica que culmina en el síndrome de agotamiento o burnout.

Hoy en día, “proyectos, iniciativas y campañas” reemplazan a “prohibiciones, mandatos y leyes”. La sociedad disciplinada estaba dominada por el no. Por el contrario, la sociedad del desempeño genera depresión y fracaso.

Y la auto explotación que esto conlleva es más efectiva porque viene acompañada de una sensación de libertad: el empresario que regresa a casa, exhausto y con apenas aliento para mirar a sus hijos o charlar con su pareja, tal vez se queda dormido e imagina que su día valió la pena, porque gracias a él hemos agregado valor a nuestro negocio o hemos producido más que antes. Sin siquiera darse cuenta de que ya no sabe lo que se esconde detrás. Su codicia no tiene fin, es un pozo sin fondo. El explotador es también el explotado. Ya no se distinguía entre víctima y verdugo. Las enfermedades psicológicas de la sociedad del rendimiento son las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica. Conocemos estas mentes inquietas, ávidas de estimulación, más entusiasmadas con la teoría de la vida que con disfrutarla.

Sin duda es difícil de curar. Porque estamos inmersos en esta sociedad enferma, impulsada por un deseo brutal de productividad. Por eso la intención de vivir más plenamente debe arraigar con especial fuerza para resistir los embates del “aliento cultural” que nos invita a exigirnos y comenzar a elevar nuestro nivel de vida.  Como un pequeño árbol de cambio en el bosque ruidoso y perturbado. Si no lo rodeamos de una protección especial, amorosa y constante, perecerá.

Pero una vez que empecemos a desarrollar la actitud de autocuidado y responsabilidad por nuestra mente y cuerpo, cuando volvemos a nuestra propia naturaleza, las prioridades comienzan a cambiar, las prioridades dejan de existir y los deseos encaminados al éxito pierden fuerza. Empezamos a RENACER.

Es un camino maravilloso y creativo para cambiar formas de pensar y actuar que requiere práctica constante. Esto pone en duda nuestras certezas, creencias y hábitos.
Pero la felicidad que empezamos a sentir es asombrosa. El cuerpo libera el dolor, la mente se vuelve más clara y el corazón se vuelve pacífico. Podemos comenzar a cuestionar las «exigencias familiares» que hemos dado por sentado.

Es un nuevo hábito en la vida. Donde cada desafío es una oportunidad para aprender cosas nuevas, para crecer de nuevo, donde nuestra identidad depende no de nuestras acciones sino de la experiencia profunda y única de vivir en libertad y plenitud.


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