Este proceso nos parece difícil porque siempre estamos posicionados en lo que creemos que es bueno, en lo que creemos que “debería ser” o “tendría que ser”. Todas estas posturas no dejan de ser posicionamientos del ego.
El ego parece ser un producto del miedo, y su objetivo es controlar el siguiente instante de experiencia y asegurarse su supervivencia. Parece vacilar entre el miedo al futuro y los lamentos por el pasado.
El ego no es superado por verlo como un enemigo. Es una herencia de la propia biología, y sin ella, nadie estaría vivo para lamentar sus limitaciones.
Con la evolución humana y por motivos de seguridad, los seres humanos se unieron en grupos y descubrieron los beneficios de la comunidad y la cooperación, que a su vez era una derivación del mundo de los grupos de animales, la manada, y la formación de familias en los reinos de los mamíferos y las aves.
El dejar ir implica dejar de resistir la sensación. Es la resistencia la que mantiene activa la sensación. Cuando renuncias a resistir o tratar de modificar la sensación, cambiará a un nuevo sentimiento que será acompañado de una sensación más ligera. Una sensación que no es resistida desaparecerá a medida que la energía tras ella se disipe.
Al comenzar el proceso, te darás cuenta de que tienes miedo y culpa por tener sentimientos o emociones que “no deberías tener”; habrá resistencias a los sentimientos en general. Es más fácil permitir que afloren los sentimientos si dejamos antes la resistencia a tener esos sentimientos. El miedo al propio miedo es un buen ejemplo de esto. Deja el miedo o la culpa que tienes por la primera sensación, y luego consigue entrar en el sentimiento en sí.
Cuando dejes ir, ignora todo pensamiento. Los pensamientos son interminables, se auto refuerzan, y sólo engendran más pensamientos. Los pensamientos no son más que racionalizaciones de la mente para tratar de explicar la presencia de la sensación. La verdadera razón de la sensación es la presión acumulada tras las emociones que la está forzando a salir en ese momento. Los pensamientos o acontecimientos externos son sólo una excusa compuesta por la mente.
El coaching neurobiológico es una mirada integral del ser humano, que permite acompañar a las personas en un proceso de sanación profunda.
Se trata de una metodología donde se trabaja sobre los distintos aspectos de la persona:
EL CUERPO: A través de los síntomas físicos y enfermedades se promueve el bienestar físico de la persona.
LA MENTE: Descubriendo cuáles son los pensamientos y creencias tóxicas que generan malestar e inefectividad.
LAS EMOCIONES: Sanando las emociones biológicas y psicológicas.
EL COMPORTAMIENTO: Trabajando sobre los hábitos y las acciones que la persona realiza, para que pueda lograr los resultados que está buscando.
LA ESPIRITUALIDAD: Desarrollando un sentido de seguridad, paz y confianza en la vida.
Sabemos que todo mejoramiento de la persona debe de ser holístico.
¿CÓMO LO LOGRA?
Lo logra a través de la integración de 5 disciplinas principales:
+ BIODESCODIFICACIÓN (Descodificación biológica y emocional).
+ COACHING Ontológico.
+ PNL (Programación Neurolingüística).
+ PSICOGENEALOGÍA y transgeneracional.
+ PSICOSOMÁTICA y epigenética.
A las que sumamos también: Biología del conocimiento, Gestalt y terapia racional emotiva conductual.
Todo ello integrado en una metodología de trabajo específico: El método RENACER, donde se integrarán las herramientas y protocolos para un buen acompañamiento del cliente consultante.
En la formación profesional nos adentraremos en los conocimientos sobre el inconsciente, el sentido biológico y los conflictos emocionales detrás de las enfermedades y los patrones bloqueantes conductuales.