Aunque estamos acostumbrados a asociar la palabra «tóxico» con «negatividad«, la realidad es que la positividad tóxica y su consecuente daño son situaciones reales que suelen surgir de las buenas intenciones de los demás.
La toxicidad de la positividad es un patrón opresivo que responde al sufrimiento y las dificultades de los demás con expresiones vacías que pretenden ser positivas.
En términos generales, su intención es buena, pero no reconoce las emociones de los demás y promueve la idea equivocada de que «ser positivo» es la solución para todos los problemas de la vida.
Algunas de estas oraciones pueden parecer inofensivas, pero no lo son: «Algunos matarían por tener tus problemas«, o «Deberías estar agradecido, otros están pasando por situaciones mucho peores«. Al principio, pueden parecer beneficiosos al proporcionar algo de comprensión, sin embargo, la realidad es que nadie vive más allá de su propia experiencia subjetiva.
La frase clave a detectar cuando alguien está siendo tóxico de manera positiva es «tú deberías«.
Si ya nos sentimos mal, recibir consejos sobre cómo «deberíamos» o «no deberíamos» sentirnos solo añade más vergüenza a nuestro malestar. Reprimir experiencias emocionales auténticas puede causar muchos problemas, y la positividad tóxica es una forma que muchas personas emplean (a menudo sin darse cuenta) para decirnos que lo que sentimos no está bien.
Lamentablemente, la toxicidad en la positividad es una reacción muy habitual cuando se trata con el dolor de los demás («¡No estés triste!»). Esto ocurre debido a que nos sentimos impotentes o incómodos al presenciar el sufrimiento de los demás, y deseamos que desaparezca, tanto para la otra persona como para nosotros.
Por muy difícil que sea presenciar el sufrimiento de los demás, es crucial no agregar más peso ni desacreditar sus emociones con actitudes «buena onda«.
Escuchar, estar presente, comprender y decirle a la persona que está sufriendo que está bien sentirse así, es una respuesta mucho más efectiva y beneficiosa; en lugar de tratar de solucionarle los problemas.
No hay ninguna obligación de sentir felicidad en cada momento de nuestra vida. Experimentar sufrimiento, enojo y desilusión es parte natural de la condición humana. Es preferible y mucho más gratificante demostrar interés y sinceridad hacia las emociones de los demás (y las propias) que vivir bajo la filosofía artificial de la «buena onda«.