La TRISTEZA está relacionada con la sensación de perder algo o sentir desilusión, lo que nos lleva a alejarnos de los demás y reflexionar. Buscamos retirarnos en nosotros mismos.
Las grandes pérdidas en edad temprana pueden llevar a la persona a ser susceptible a interpretar el sufrimiento como parte inevitable de la vida, como si la tristeza fuera un costo necesario. El sufrimiento nos muestra tristeza en todas partes, la tristeza de los niños pequeños, las circunstancias del mundo, e incluso la tristeza de la vida en sí misma. Una parte del síndrome de la pérdida es la sensación de no poder sustituir lo que se perdió o lo que representaba.
El sentimiento de tristeza surge cuando se piensa que algo malo ha ocurrido o se tiene la seguridad de que ocurrirá: ya sea por la pérdida de algo apreciado o por no obtener el resultado deseado.
La tristeza promueve el proceso de duelo, la aceptación de la pérdida y el tiempo de luto. Tomarse un tiempo para sentir el dolor y sanar la herida. En esta área también es factible adquirir conocimientos de los errores cometidos y estar listo para no hacerlos de nuevo.
Al permitirse experimentar la tristeza, se puede afrontar la pérdida y recuperar una sensación de tranquilidad interna, lo que nos prepara para encarar el futuro con seguridad y calma. Cuando se elabora el duelo, se dice adiós al ser querido (siempre de presencia incierta y temporal) y se integra la relación amorosa a la vida de forma absoluta, en su total pureza. Al guardar luto por la muerte de un familiar, uno se despide de la persona fallecida, pero conserva para siempre en su corazón el amor que experimentó, experimenta y experimentará por esa persona.
Es factible continuar amando y apreciando a alguien que se ha ido. La tristeza es una muestra del amor ante una pérdida. Elaborar la pena en toda su magnitud genera confianza. Sabemos que las dificultades pueden causar sufrimiento, pero ese sufrimiento es simplemente una manifestación (temporal) de ese amor (constante). En consecuencia, se desarrolla una mayor aptitud para tomar riesgos y enfrentar las eventuales pérdidas.
Si uno no se permite experimentar tristeza, tiene que suprimir su amor. Y luego deja de experimentar todas las otras emociones, y se convierte gradualmente en menos humano. Se vuelve insensible. Si alguien no puede procesar las pérdidas experimentando tristeza, el dolor se transforma en sufrimiento. Es imposible deshacerse del objeto perdido y se niega a considerar posibilidades futuras mientras se aferra a un pasado irrecuperable. Se cierra el corazón, con miedo de sentir intimidad o amor. Se dificulta apreciar cualquier cosa que venga, por miedo a perderla. Se sumerge en la melancolía y la desdicha, como si fueran estados de ánimo que no cambian. Se encuentra sin esperanza y con un punto de vista negativo sobre la vida, lo que le hace carecer de energía para realizar cambios positivos.
Si alguien odia mucho la tristeza y elige no enfrentarla de ninguna manera, podría terminar experimentando una completa falta de emociones. A quien no le preocupa nada, no le causa dolor nada. Optan por mantener cerrado su corazón y no experimentar cariño, es decir, no comprometerse a nivel existencial con nada, porque así pueden evitar el sufrimiento. No obstante, el cierre emocional provoca depresión y una abrumadora sensación de falta de sentido en la vida.
Se experimenta la oportunidad para transcender al descubrir el amor esencial e inquebrantable del ser, dejando atrás la dependencia de poseer objetos y relaciones, que son temporales. Entender el dolor individual como expresión de la sensibilidad y fragilidad inherentes al corazón humano; encontrar la compasión que acoge el sufrimiento de todos los seres humanos.