Un Viaje de Sanación de las heridas de la infancia

Un Viaje de Sanación de las heridas de la infancia

En el intrincado tejido de nuestra psico-emocionalidad reside un ser vulnerable y valioso: nuestro niño interior. Este pequeño ser, portador de nuestras experiencias más tempranas, espera ser reconocido y cuidado de la manera en que siempre anheló. Somos, en esencia, los padres y madres de nuestro niño interior, con la capacidad de satisfacer sus necesidades y aliviar las heridas que aún persisten.

La tarea de sanar nuestro mundo psicoemocional implica una mirada profunda hacia las carencias insatisfechas que nos lastiman hoy. Es un viaje introspectivo que nos lleva a comprender por qué repetimos patrones de comportamiento que no comprendemos del todo. ¿Cuánto conocemos a nuestro niño interior? ¿Somos conscientes de sus miedos, vergüenzas, y dolores? ¿Sabemos qué lo hace anhelar y qué lo asusta hasta el punto de huir?

La reeducación de nuestra psique implica satisfacer las necesidades de atención hacia nuestras propias heridas y carencias. Esto requiere la instauración de límites saludables, aprender a contenernos y no dejarnos desbordar por las emociones. Es un proceso de autodescubrimiento y autocompasión que nos lleva a cuestionarnos sobre el tipo de padres que queremos ser para nuestro niño interior y cómo deseamos comportarnos en nuestro mundo psicoemocional.

Las preguntas clave nos invitan a explorar nuestras motivaciones más profundas. ¿Qué queremos y necesitamos realmente? La reeducación continua se convierte así en una herramienta esencial para llevar la educación recibida a niveles superiores y corregir aquellas percepciones erróneas que nos fueron transmitidas. En este proceso de transformación, es fundamental comprender que aquellos que nos educaron también tenían su niño interior herido; dieron lo mejor que podían con lo que tenían.

La reeducación, entonces, se erige como el pilar fundamental para cultivar un amor consciente y libre de traumas en nuestras vidas. Desvinculándonos de la creencia de merecerlo todo o nada, nos adentramos en un amor que surge desde nuestro interior. La responsabilidad recae en nosotros mismos; la salida es hacia adentro, donde nos convertimos en nuestros propios maestros.

Perdonar a nuestros padres se convierte en un paso crucial en este proceso de reeducación. Al liberarnos de la culpa y queja, podemos ser y darnos a nosotros mismos lo que ellos no pudieron ofrecernos. Sin embargo, este perdón no implica eximirlos de responsabilidad, sino comprender que detrás de ellos se encuentra un clan que también influyó en su crianza. Somos los pensadores, pero nuestros pensamientos están condicionados por pactos, contratos, lealtades y creencias limitantes que nos impiden ser quienes realmente somos.

Iniciar un proceso de reeducación nos brinda la oportunidad de cambiar aspectos dañinos en nuestras vidas. Ascendemos simbólicamente en comprensión, conocimiento, amor y sabiduría, atreviéndonos a despertar al niño interior dormido. Preguntarle qué le duele, trabajar en sus heridas y hacerlo sentir seguro son pasos esenciales para transformar nuestro mundo psicoemocional. La reeducación desde la conciencia, impregnada de amor, nos permite ser felices, espontáneos, creativos, libres, auténticos, alegres, sencillos, honestos e íntegros. Así, logramos que nuestro niño interior duerma en paz y despierte cada día, renovado y tranquilo.

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