El sistema inmunitario protege al cuerpo contra diversos agentes patógenos, ya sean externos o internos, mediante la producción de anticuerpos y linfocitos T, una categoría de glóbulos blancos. Experimentos en animales revelaron que la lesión en una región de la corteza cerebral disminuye la generación de linfocitos T. Esto llevó a la investigación sobre si la estimulación de esa área cerebral, conocida como la región frontal dorsolateral, podría aumentar los niveles de linfocitos T.
La neurocientífica Asya Rolls está investigando cómo los procesos mentales pueden influir en las respuestas inmunitarias, basándose en estudios con animales. Descubrió que, al activar directamente las áreas del cerebro relacionadas con sensaciones positivas, como el sistema de recompensa, se activa el sistema inmunitario, generando una mayor producción de células inmunitarias más eficaces contra patógenos. Rolls afirmó que la memoria inmunológica, medida en términos de anticuerpos y respuestas inmunológicas, es aproximadamente cuatro veces más fuerte al activar la zona del sistema de recompensa, lo que también se traduce en una reducción del 40% en el tamaño de un tumor.
Tanto el cerebro como el sistema inmunitario funcionan con memorias, siendo las vacunas un ejemplo de inducción de una memoria inmunológica artificial. Rolls destaca la complejidad de la red de mensajes entre el cerebro y el sistema inmunitario, comparándola con la interconexión en las redes sociales.
La comunicación entre neuronas y células inmunitarias sugiere una relación más estrecha de lo conocido hasta ahora. Rolls señala que la depresión afecta al sistema inmunológico, aumentando la susceptibilidad a enfermedades, y viceversa, un estado de ánimo positivo reduce el riesgo de enfermedad, aunque no lo elimina por completo.
La enfermedad no solo depende de la invasión de agentes patógenos, sino también de la capacidad del sistema inmunitario para inactivarlos o eliminarlos. Las variables psicológicas, que influyen en la inmunidad, pueden afectar el desarrollo y desenlace de enfermedades mediadas por el sistema inmunitario.
La interacción cuerpo-cerebro es bidireccional, donde los factores psicológicos no solo contribuyen al inicio o agravamiento de trastornos físicos, sino que las enfermedades físicas también pueden afectar el pensamiento y el estado de ánimo, creando un círculo vicioso de la enfermedad perjudicial que la perpetúa indefinidamente.