Depresión

La depresión es una alteración de la conciencia, la percepción y la conducta que se caracteriza por sentimientos de tristeza, descorazonamiento y apatía. Está ligada a un drama personal ya sea este consciente o inconsciente.

Los principales síntomas de la depresión son la pérdida de interés y de placer en las actividades habituales, un sentimiento de desesperación o de abatimiento asociado a la fatiga o a una disminución de energía, menor capacidad de concentración, indiferencia, desinterés, desánimo, repliegue sobre sí mismo y rumiación mental.

Por lo general, el individuo que la padece no quiere pedir ayuda; prefiere que los demás sean quienes cambien. Duerme mal, incluso con la ayuda de somníferos. Habla poco y tiene tendencia a huir del mundo. Incluso puede tener ideas suicidas. Con frecuencia se confunde la depresión con el agotamiento.

SENTIDO BIOLÓGICO-EMOCIONAL:

La depresión es un sentimiento último de desesperanza. Es la manifestación pasiva de la agresividad no expresada hacia uno mismo. De-Presión etimológicamente significa Quitar presión (de mi vida). La depresión permite al sujeto “quitar la presión” de los dramas con los que carga.

CONFLICTO:

Conflicto de identidad. Y conflicto de territorio, desvalorización o culpabilidad.

La depresión es el medio que una persona utiliza para no sentir presión, sobre todo afectiva. No puede más; ha llegado a su límite. La persona con tendencias depresivas tiene conflictos pendientes de resolver con su progenitor del género contrario. Esto explica que muy a menudo ataque a su cónyuge, en quien establece la transferencia.

Lo que esta persona hace sentir a su pareja es lo que hubiera querido hacerle a su padre o a su madre, pero se contuvo.

Al rechazar ayuda, la persona depresiva continúa alimentando su rencor o su ira hacia ese padre o esa madre, y se hunde en su dolor.

La gravedad del estado depresivo refleja la intensidad con la que se vivió la herida siendo niño. Las heridas pueden ser las siguientes: rechazo, abandono, humillación, traición o injusticia. Para ocasionar un desequilibrio mental tan grande como la depresión, el dolor tuvo que ser vivido en aislamiento.

Esta persona no tuvo con quien hablar en su infancia, alguien que escuchara sus preguntas y sus angustias. Tampoco aprendió a confiar en los demás, bloqueó sus deseos y se replegó finalmente sobre sí misma, mientras aumentaba su sentimiento de rencor o de ira.

En todas las depresiones en las que hay culpabilidad, ésta se manifiesta como un elemento que perpetúa la depresión. La desvalorización se vive como “estoy solo” y la culpabilidad como: “es culpa mía porque no hago nada para dejar de estar solo”. Esto se expresa en un conflicto en el que “no podemos ocupar nuestro territorio”.

En general, la persona depresiva no quiere ayudarse ni pedir ayuda, por lo que quienes la rodean son los que intentan resolver su problema. Si eres uno de ellos, te sugiero que seas muy firme con ella y le digas que nadie en el mundo puede sacarla adelante de manera definitiva, excepto ella misma.

Lo más importante es que acepte que su estado depresivo le ocasionó el gran dolor que sufrió su SER en la infancia. Rechaza lo que ES.

La herida más común es el rechazo o el miedo a ser rechazada. Esta persona debe admitir que aun cuando haya sido rechazada en la niñez, ello no quiere decir necesariamente que su padre o su madre no la quisieran. El padre que rechaza a su hijo seguramente fue rechazado cuando era niño y todavía se rechaza a sí mismo. Sentir compasión por ese padre y perdonarlo es el inicio del camino hacia la cura.

Después, la etapa más importante es perdonarse a sí mismo por haber querido tanto a ese padre. A continuación, lo único que resta es expresarle a ese padre lo que sintió sin ninguna acusación de por medio.

Es muy humano albergar rencor o ira cuando se es niño y se sufre intensamente en el aislamiento. Por otro lado, sugiero que esta persona tome la decisión de reconocer su propio valor. Si le resulta difícil, puede pedir a quienes le conocen bien que le digan lo que ven en ella.

También puede tener “necesidad de atención” para ayudarle a valorizarle; la depresión se vuelve en este momento, un medio inconsciente para “manipular” al entorno.

La depresión puede surgir de un conflicto entre lo ideal y lo real. Conflicto entre quienes somos y quien queremos ser. Conflicto entre lo que tenemos y lo que queremos tener.

Poco importa la razón, compruebo ya ahora la causa o las causas subyacentes a mi estado depresivo. ¿Viví yo una presión de joven? ¿Cuáles son los acontecimientos señalados vividos en mi infancia que hacen que mi vida parezca tan insignificante? ¿Es la pérdida de un ser amado, mi razón de vivir o la dirección de mi vida que ya no consigo ver?

Huir la realidad y mis responsabilidades no sirve de nada por más que esto parezca ser el camino más fácil. Es importante constatar las responsabilidades de mi vida porque necesitaré otra cosa que antidepresivos para hacer desaparecer la depresión: debo ir a la causa. A partir de ahora, comprendo que soy un ser único. Tengo valores interiores excepcionales. Puedo retomar el control de mí – mismo y de mi vida.

DEPRESIÓN ESTRUCTURAL ENDÓGENA: Historias transgeneracionales o de proyecto sentido, duelos no hechos, responsabilidades sobre dramas no asumidas. Pérdidas económicas, duelos, dramas amorosos, muertes, abandonos… Puede deberse a un bloqueo en la circulación de la energía en el clan (imposibilidad de ser feliz sin permiso).

DEPRESIÓN COYUNTURAL REACTIVA: (Tienen una razón traumática precisa). Las personas que sufren esta depresión se desvalorizan de gran manera. El conflicto está bastante claro pues aparecieron los síntomas en los seis meses posteriores al gran shock.

DEPRESIÓN COMPENSADA: Puede provenir de una de las dos anteriores, la diferencia es que aquí se compensa los efectos trabajando, haciendo el payaso, riendo en desmedida, ocupándose demasiado… El conflicto debe alcanzarse tras traspasar esta barrera.

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