En realidad, es ambas cosas y por eso tenemos que aprender a explorarlo sin caer en su trampa mientras descubrimos su tesoro.
Nadie puede decidir estar solo. Aunque lo esté, es parte siempre de un conjunto mayor (el de haber nacido en determinado país, por ejemplo). Igual que cualquier órgano de nuestro cuerpo es parte de una unidad mayor que lo comprende, cada uno de nosotros somos un elemento dentro de un conjunto mayor, aunque puede tener diversos tamaños o límites. Vamos teniendo “conciencia” de la pertenencia al mismo y se irá consolidando esa percepción de ser parte de un todo, una “estructura” que está por encima de cada uno de nosotros. Algo que nos excede y abarca. Algo que no sólo es mayor a nosotros, sino que nos agrega un “plus”.
En los sistemas más consolidados, como el de un equipo de trabajo o deportivo, eso es natural. Aunque
no prestemos atención a esta dinámica, se la siente enseguida. Alguien falta y ya todo deja de ser lo
mismo: suceden otras cosas entre los que están, mejores o peores, pero diferentes.
Si meditamos con tranquilidad podemos ir sintiéndonos parte de diferentes sistemas… y la conciencia
puede ir extendiéndose a dimensiones y límites más amplios sin que se pierda la configuración del todo.
Nuestra familia es un sistema al que claramente pertenecemos, más allá de los sentimientos y
conocimientos relacionales que tengamos de ella. Conozcamos o no a nuestros padres, pensemos lo que
pensemos y sintamos lo que sintamos respecto a ellos, somos hijos de una madre y de un padre. Y ellos,
a su vez, de los suyos. Nuestros abuelos igual. Estamos emparentados genéticamente, y por algo aún
mayor: La conciencia familiar.
Formarse en biodescodificación del árbol genealógico facilita (a sí mismo y a los acompañados) reconocer los programas inconscientes que comandan su vida, romper esas ataduras que le permiten reconstruirse a sí mismo y ser creador de su propio destino ¡Basta de “mandatos” familiares!
Todos tenemos la experiencia de amar: nos sentimos liberados al amar. El amor, cuando es “sano” y
verdadero, rompe las fronteras entre los unos y los otros. Si no existiera este fuerte sentimiento, que va
de lo sexual a lo espiritual, viviríamos en un tóxico y permanente sistema endogámico.
Amar lo diferente, y hasta “lo opuesto”, es lo que produce crecimiento. Se
necesita ir creciendo en conciencia para ello. La famosa ampliación de nuestra
conciencia primaria.
Amar lo que es, tal cual es. Por el simple hecho de ser. Ese podría ser nuestro
propósito más alto.