Dolor imaginario

Dolor imaginario

Existe lo que llamamos dolor imaginario. La mayor parte del dolor que sentimos los seres humanos es de esta clase. El dolor imaginario tiene su origen en la mente. O sea, esa parte nuestra que racionaliza, opina e interpreta todo lo que acontece, sobre la base de un sistema de creencias dado. Así, la mente decide si lo que percibe es “bueno” o “malo”. Por ejemplo, una joven le anuncia a su madre: “Mamá, me voy a casar con Pedro”. Para algunas madres esto podría ser una gran alegría, mientras que para otras puede ser lo contrario. Si la madre, debido a sus propias experiencias pasadas, cree que Pedro no es bueno, este anuncio puede provocarle un infarto, una depresión profunda o un ataque de pánico o de furia. Esto es así porque, en lo más profundo de su ser, su sistema de creencias le “cuenta la historia” de cuánto va a sufrir su hija en su matrimonio o cuánto va a sufrir ella misma al ver sufrir a su hija.

Cuando el dolor imaginario se dispara, duele porque nuestra mente ha declarado un estado de emergencia interno sobre la base de creencias y decisiones elaboradas durante experiencias dolorosas del pasado. El dolor imaginario surge en la mente e inmediatamente es transmitido al cuerpo, causando todo tipo de problemas, porque con frecuencia se queda allí estancado, sin ser explorado ni procesado.

Entonces, cada vez que algo dispare ese recuerdo, guardado en el subconsciente, pensaremos y sentiremos de la manera en que pensamos y sentimos cuando sentimos el dolor originario, ahora sin saber por qué, sin entender qué está pasando. Como estamos entrenados para rechazar el dolor y no sentirlo, el cuerpo vuelve a guardar ese dolor para más tarde. Y eso se convierte en un círculo vicioso que lastima interminablemente. Siempre que hay dolor imaginario, hay una mente que lo genera y un cuerpo físico y emocional que dispara sensaciones y sentimientos que quieren moverse. Lo mental se convierte así en físico, confundiendo, distorsionando y resistiendo lo que ha sido real en el pasado y lo que es real en el momento presente. Si reeducamos nuestra mente y reprogramamos nuestros pensamientos, las creencias y decisiones que crean dolor se pueden desactivar y lo que llamamos sufrimiento se irá con ellas.


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