La enfermedad no es el enemigo

Enfermedad

Quizás uno de las creencias más difíciles de cambiar es que la enfermedad es el enemigo al que hay que atacar y contra la que hay que luchar. Generalmente no somos conscientes que ni la enfermedad ni el cuerpo son nuestro enemigo, nuestra biología es sabia y cuando aparece un síntoma o una enfermedad ha habido meses sino años de abuso emocional hacia nosotros mismos o de otras personas hacia nosotros, pero al final hemos sido nosotros quienes hemos permitido esas historias de abusos.

Cuando vivimos con sentimientos de culpa, de frustración, de impotencia, de soledad y cuando nos ahogamos en emociones como la rabia, la tristeza, el miedo, la angustia o ansiedad estamos creando el caldo de cultivo emocional para que somaticemos tarde o temprano un síntoma o una enfermedad.
De allí que lo más importante no es sanar en cuerpo, al cuerpo hay que atenderlo y cuidarlo. Lo que realmente hay que sanar son nuestros patrones mentales, nuestras creencias desvalorizadoras, los famosos “tengo que” y “debo de”.

Cuántas veces no habré escuchado en consulta es que no puedo vivir mi vida porque tengo que cuidar a mi marido, o no puedo separarme por mis hijos, o tengo que vivir en casa de mis padres hasta que logre una estabilidad económica o no me puedo dedicar a lo que me apasiona en la vida porque corro el riesgo de no tener un ingreso seguro cada mes. Y así nos vamos llenando de falsos tengo que o debo de… auto-impuestos o aprendidos por patrones sociales, culturales y familiares. Por ser fiel a los mandatos inconscientes del clan, a las normas, a “lo correcto”, a lo que se espera de mi en cada rol que juego dentro de la sociedad: como hijo, como madre/padre, como hermano, como amigo, como pareja, como colaborador o como jefe.

Sin darnos cuenta nos vamos volviendo carceleros de nuestra propia prisión y poco a poco nos vamos cortando las alas, hasta que perdemos el rumbo o hasta que enfermamos.

La enfermedad nos viene a enseñar nuestra debilidad emocional, nuestra incoherencia entre lo que digo que quiero para mi vida y cómo la estoy viviendo realmente. La enfermedad tiene su propi código de información con un mensaje de luz y de sanación poderoso, cuando emprendemos el viaje interior de conocernos a nosotros mismos, a nuestras verdades nunca dichas, sin tapujos ni juicios, cuando nos atrevemos a enfrentar nuestros propios miedos, nuestros laberintos sin aparente salida. Y esto lo hacemos desde la maravillosa capacidad de la auto-reflexión, de la toma de consciencia, de la aceptación, de entrar en un estado de rendición, no en el sentido mediocre de no hacer nada por la derrota, sino en un el sentido de dejarnos sorprender por los recursos que tenemos ocultos en nosotros mismos detrás de nuestras capas de armaduras, nuestras evasiones y auto-protecciones.

Las soluciones a todos nuestros problemas están en nosotros, el antídoto emocional para nuestra enfermedad lo tenemos también, sólo debemos aprender a acompañarnos en este maravilloso viaje del auto-descubrimeinto, la auto-aceptación y el amor incondicional por nosotros mismos.

Según LISA BOURBEAU hay algunos pasos que podemos iniciar para aprender a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Los comparto a continuación:

Las siguientes etapas son parte del perdón auténtico:

1) Reconoce tus sentimientos (frecuentemente hay varios). Toma conciencia de la acusación que te haces a ti mismo o que le haces a otra persona y de cómo te hace sentir esta actitud.

2) Toma la responsabilidad. Ser responsable implica entender que siempre tienes la elección de responder con amor, con ira o con miedo. ¿Cuál es tu miedo? Reconoce también que temes ser acusado de tener miedo.

3) Acepta a los demás y liberarte. Para llegar a liberarte y poder aceptar a la otra persona, colócate en su situación y experimenta sus intenciones. Acepta la idea de que la otra persona te acusa y se acusa probablemente de la misma cosa que tú. Ella experimenta el mismo miedo.

4) Perdónate a ti mismo. Esta fase es la más crucial en el proceso de perdón. Para llevarlo a cabo, otórgate el derecho de haber experimentado y aún experimentar miedo, creencias tóxicas y limitantes, que te causan sufrimiento y te hacen actuar de una forma que no es la mejor para t. Acepta quién eres en este momento, reconociendo que es solo temporal.

5) Impulsa tu deseo expresar el perdón. Como preparación para la etapa 6, visualízate con la persona apropiada pidiéndole perdón por haberla juzgado, criticado o condenado. Estarás preparado para hacerlo cuando sientas alegría y libertad al pensar en compartir tu experiencia con esa persona.

6) Acude a ver a la persona en particular. Comunícale tu experiencia y discúlpate por haberla culpado, evaluado o condenado, y por haber guardado rencor hacia ella. Si te lo pregunta, menciónale que la has perdonado.

7) Realiza la conexión frente a uno de tus padres. Piensa en otra situación parecida que haya tenido lugar en tu historia personal con alguien que ejerciera autoridad, ya sea tu padre, madre, abuelos, maestro, etc. Por lo general, el perdón se otorga a una persona del mismo sexo que la persona con la que acabas de reconciliarte. Realiza nuevamente todos los pasos con esta persona.

Si la emoción que sientes es hacia ti mismo, lleva a cabo los pasos 1, 2, 4 y 7.

Dedica el tiempo que sea necesario para llevar a cabo el proceso del perdón. En cada fase puede transcurrir un día o un año. Es importante que tu motivación para alcanzarlo sea genuina. Si la herida es grande y profunda o el ego se opone, puede llevar más tiempo. Si encuentras difícil la etapa 6 del proceso de perdón, es importante que entiendas que es el ego el que está oponiéndose. Cuando te preguntas: «¿Por qué debería disculparme por estar resentido con él cuando él fue quien me lastimó? ¡Tengo todo el derecho del mundo a estar resentido!», es tu ego el que habla. El anhelo principal de tu corazón es lograr la paz y experimentar compasión por los demás.

No te inquietes por la respuesta de la otra persona al momento de disculparte. Respeta la reacción de ella y la tuya. Ninguna persona en el planeta tiene la capacidad de predecir lo que ocurrirá en el futuro. Si a la otra persona le resulta difícil aceptar tus disculpas, es porque no puede perdonarse a sí misma. A pesar de que tú lo has perdonado, no puedes perdonarlo por él. Tendrá que conseguirlo por su cuenta. No eres responsable de cómo reacciona, sólo de lo que haces tú. Además, perdonarte a ti mismo es un bello modelo para asistir al otro a lograrlo también. Ten en cuenta que perdonar a alguien no implica que estés de acuerdo con la ofensa, sino que indica que estás en proceso de reconocer que, con empatía, has logrado ver más allá de la ofensa, entender lo que la persona estaba experimentando en su interior. Con este perdón, puedes otorgarte más fácilmente el derecho de ser auténtico, con tus emociones humanas.

Gabriela Andretta.


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