Relación cuerpo-mente-emoción

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El poder de la mente

Se dice que los humanos usamos solamente alrededor del 10% de nuestro cerebro. Lo que esto realmente quiere decir es que nuestra mente consciente requiere alrededor del 10% de los recursos de nuestro cerebro. Pensar, desplazarse, hacer elecciones, planificar, ver, escuchar, saborear, tocar y oler son todas actividades conscientes y requieren el 10% del poder de procesamiento de nuestro cerebro.

Entonces, ¿qué hace el otro 90% del cerebro? Es nuestra mente inconsciente la que utiliza el 90% de nuestra capacidad cerebral.

Esta silenciosa e inconsciente mayor parte del cerebro está constantemente ocupada almacenando información y manteniendo en funcionamiento los sistemas del cuerpo de manera eficiente.

También es importante comprender que el inconsciente ejerce una invisible pero profunda influencia sobre las cosas que hacemos y cómo nos comportamos y sentimos.

La mayoría de las personas piensan poco en su inconsciente; pero imagina por un instante tener que asumir las funciones que tu inconsciente desempeña. Imagina la dificultad de ordenarle a tu sistema digestivo cómo digerir tu almuerzo, o decirles a tus células cómo
producir enzimas o proteínas. Imagina si tuvieras que preocuparte por mantener a tu corazón latiendo o mantener el aire entrando y saliendo de tus pulmones a cada momento de cada día.

Muchas veces se nos hace difícil recordar qué pasó en el día de ayer. Sin embargo, el inconsciente es un fascinante dispositivo de grabación. Cada rostro que has visto en una multitud, cada aroma, cada voz, cada canción, cada sabor, cada toque y cada sensación que alguna vez experimentaste ha sido registrado por tu inconsciente.

Cada virus, bacteria u hongo que alguna vez haya invadido tu cuerpo, todas tus heridas físicas y emocionales, todos tus pensamientos y sentimientos y la historia completa de cada célula de tu cuerpo, todo ha sido archivado.

Tu inconsciente está también al tanto de cualquiera de los conflictos congelados que tu cuerpo pueda estar albergando; también sabe exactamente qué efecto tienen estos conflictos atrapados en tu bienestar físico, emocional y mental. Todo esto y mucho más está guardado en tu inconsciente.

El poder de la energía emocional

Todos los organismos, no importa cuán primitivos sean, responden a estímulos positivos o negativos. Por ejemplo, las plantas crecen en dirección a la luz solar y se apartan de la oscuridad. Una ameba en un acuario se moverá hacia la luz apartándose de la oscuridad. Si se pone suciedad en ese mismo acuario, la ameba se alejará y se dirigirá hacia el agua más limpia.

En un nivel inconsciente, el cuerpo humano no es diferente. De hecho, esto ha sido así a lo largo de toda tu vida, sin que ni siquiera estuvieras al tanto de ello. Si te permites apaciguar tu mente consciente y sintonizas con tu cuerpo, aprenderás que tu inconsciente es bastante capaz de comunicarse contigo.

En el universo todo está hecho de energía, aunque esta energía se manifieste de forma física o permanezca invisible. Es la particular disposición de estas energías y sus frecuencias específicas de vibración las que determinan como ellas van a manifestarse en nosotros.

En el nivel más básico, todo lo que existe está hecho de la misma cosa: energía. No sólo tú estás hecho de energía, sino que otras formas de energía están atravesando tu cuerpo en este preciso momento. La energía que no podemos ver está alrededor nuestro en forma de ondas de radio, rayos X, infrarrojo, ondas de pensamiento y emociones.

Podemos sentir la energía cuando se presenta en forma de emociones. Si energías emocionales negativas quedan congeladas en nosotros, pueden afectarnos de manera desfavorable. Las emociones congeladas están hechas de energía, al igual que la energía conforma nuestros cuerpos y todo lo demás en el universo.

Al estar congeladas permanecen atrapadas en nuestro interior, inmutables. Y, aunque no seamos conscientes, aunque nos olvidemos de ellas, nos dañan internamente, generando malestar, enfermedad, dificultades. Como un trozo de hielo, filoso y puntiagudo, atrapado en nuestro interior, que nos va lastimando cada vez más profundamente.

Por eso es fundamental aprender a detectar estos conflictos congelados, y disolverlos, para recuperar nuestro natural estado de bienestar y plenitud.


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